Es más fácil huir de la lección que aceptar el dolor. Hay mucho que aprender del dolor, pero pocos quieren aprovechar las lecciones.
Cuando sufrimos una ruptura, nos lanzamos a la primera persona que encontramos con la idea de olvidar rápidamente las secuelas de la ruptura. Todos lo hemos hecho alguna vez, pero hay que verlo como una expresión de nuestra inmadurez. Todo dolor es difícil de soportar, incluso el más insignificante, algunos minan nuestra moral, otros hacen tambalear nuestra autoestima, sin embargo el dolor es siempre un buen consejero para aquellos que saben ser pacientes.
El dolor nos aporta un conocimiento que tarda en florecer como el capullo de una flor en primavera. Para sacar el máximo provecho, hay que aceptar el dolor y hacerse uno con él. Tienes que imaginarte que eres un héroe griego que tiene que triunfar sobre duras criaturas. ¿Por qué crees que los héroes se llaman así? Se debe principalmente a que han derrotado a bestias que se creían invencibles. Ya sea una gorgona o una quimera, los animales míticos son todos más terroríficos que los demás. ¿Significa esto que la gloria y el triunfo son sólo para la élite helénica?
No, todos tenemos la capacidad de ser espectaculares aunque estas hazañas sean íntimas. Cuando nos enfrentamos a nuestros demonios, cuando aceptamos que el sufrimiento nos llega, pero apretamos los dientes y seguimos adelante, entonces estamos en el camino de convertirnos en sabios o incluso en héroes. Lo que distingue a un sabio del hombre común son las experiencias que ha soportado para alcanzar su nivel de conocimiento que finalmente se ha encarnado en su carne. Una persona heroica es, de hecho, según la definición griega, mitad humana, mitad divina. Es importante entender aquí que la dimensión divina es más metafórica que carnal: es el humano el que se ha elevado al rango de divinidad por las hazañas que ha realizado. Su nobleza y valor le han hecho merecedor de ser elevado al rango de semidiós, es decir, entre los hombres y los dioses: un cuerpo humano con el espíritu de Dios.
Esta analogía no es tan diferente de la que propone la Biblia, narrada en griego y cuyas referencias estaban igualmente adaptadas al mundo helenístico. Jesús, humano pero de espíritu divino, se reveló a través de las hazañas -milagros- que realizó durante su vida e incluso después de su muerte. Está claro que la nobleza del corazón afecta a todos aquellos que ponen su ego por debajo de la causa a la que sirven. Esto es en sí mismo la definición de valor, estar dispuesto a arriesgar el pellejo por una causa cuyo resultado es ahora sólo incierto.
El sufrimiento es la base del aprendizaje, tu músculo debe sufrir micro-lesiones para hincharse, que serán rellenadas por un aporte de proteínas. Lo mismo ocurre con la sabiduría, las dudas y recelos que puedas experimentar en los momentos de crisis son grietas que se llenan con las lecciones que aprendes de la reflexión y la acción valiente a pesar de los caprichos de la vida. El sufrimiento es una parte integral del proceso de aprendizaje. En este sentido, es la conciencia de existir según la matriz de aprendizaje. Por lo tanto, hay cuatro niveles en esta matriz:
nivel 1: no somos conscientes de nuestra incompetencia (comodidad)
nivel 2: conscientes de nuestra incompetencia (inseguridad)
nivel 3: conscientes de nuestra competencia (confianza)
nivel 4: inconsciente de nuestra competencia (seguridad)
El dolor es la consecuencia de la conciencia de nuestras carencias y la inseguridad que genera. Así, es más cómodo permanecer en una forma de ignorancia y negarse a aprender nada. Por otro lado, si decidimos elegir el camino de la maestría en una de las áreas que nos preocupan, el dolor es un paso necesario del que no podemos escapar. Así que pregúntate, ¿quiénes son las personas más sabias que te rodean? ¿Qué sabes de su historia? ¿Se han enfrentado a retos o han soportado un gran dolor? Lo más probable es que lo hayan hecho. Las personas que han sufrido tienen más posibilidades de desarrollar la sabiduría, si por supuesto tienen una buena actitud y un enfoque reflexivo o incluso filosófico de lo que les ha ocurrido.
Por último, no es bueno querer ser un gato de todos los oficios y tratar de ser un maestro de todas las dimensiones de la vida, nuestra vida es demasiado corta para eso. Es mucho más sensato elegir un camino que se asemeje a nuestra vocación y que sea el que sigamos el resto de nuestra vida. Este camino no tiene que ser necesariamente una profesión, ya que éstas se cambian o simplemente desaparecen, sino una habilidad necesaria para una profesión que puede ser transpuesta a otras más adelante. Puede ser el arte de hablar o escribir, la capacidad de entender a la gente, la capacidad de razonar lógicamente, o la capacidad de aprender rápidamente para dominar una herramienta, etc. Y cuando se trata de los dolores de la vida, en mi opinión, no puedes escapar de ellos, tienes que digerirlos, como si aprendieras una lección. Cada uno tiene su propia velocidad de aprendizaje, el truco es no precipitarse a riesgo de aprender mal y repetir los mismos errores.